La complejidad de Latinoamérica expuesta en su cinematografía


Andrés Segovia Moreno / Correo: andrulenon@hotmail.com @AndrulenonSeg

Imagen de los afiches publicitarios de la película Jericó (1991)


Las sociedades latinoamericanas muestran una intensa diversidad en sus sistemas culturales, sufren así de una crisis de identidad que les hace difícil saber quiénes son frente a otras culturas. Pero por paradójico que suene, tal vez la indefinición de la identidad sea uno de los rasgos más característicos de la latinoamericanidad.

Nuestras mestizas sociedades llegan a su emancipación con ideas vigoras, pero con incierta madurez. Aún en el siglo XXI, las abigarradas sociedades latinoamericanas tienen presentes conflictividades orgánicas. Este caleidoscopio cultural todavía no sana las heridas de una integración involuntaria e inacabada.

Latinoamérica ha dado cabida para todo tipo de inferencias sobre estas geografías y gente, que el tiempo se ha tragado. Como en Araya (1959), película de  Margot Benacerraf, donde el castillo fortaleza de la colonia española, símbolo de preeminencia mercantil, y por tanto, militar de dicha región; es demolido, olvidado y corroído por cuatro siglos en los que sólo es acompañado por la sal. Materia que compone nuevos castillos, epicentro de la vida de una población relegada por las coordenadas de la historia. En  esos castillos de sal, canteras de una empresa salinera, los hombres y mujeres de la península de Araya construyen sus relatos, sus memorias, sus nuevas historias.

 Es de resaltar la sensibilidad que tiene la directora para interpretar la situación de ese recóndito entorno, y poder componer un relato sustraído de la simpleza del sitio. Como Benacerraf aclara, acerca de su filme, este no es propiamente un documental, es una composición narrativa. “Todas las historias de esas familias son ficticias. La abuela y la niña no tienen nada que ver. Los enamorados se odiaban a muerte, puse con toda libertad la gente que quería, y los lugares, escogimos tres pueblos.” (1) La narración expone cómo esa gente, y sus pueblos, se niegan a morir y reafirman su existir.


Algo contrario a lo que sentencia, uno de los ya delirantes, náufragos que acompaña a  Alvar Núñez Cabeza de Vaca (personificado por Juan Diego Ruíz, en la película mexicana “Cabeza de Vaca” (1991) del director Nicolás Echeverría) al ver la costa continental (Yucatán), después de estar a la deriva en una balsa por el Caribe, grita: “¡tierra un lugar para morir!”. En efecto, allí no sólo “muere España” como alegan los, luego “conquistados”, náufragos sobrevivientes y, particularmente, Cabeza de Vaca; aquel grito parece ser una proyección de porvenir  del continente, uno “con una inmensa riqueza, donde el polvo cada día está más quemado, donde nada cambia, donde nada crece” como los parlamentos describen a la olvidada Araya.

Las diferentes ópticas reunidas en las tierras de América son en apariencia irreconciliables, cada cultura tiene sus fundamentos. La sofisticación militar de los peninsulares los hace imponerse, pero eso no evita que por su mente, al igual que Cabeza de Vaca, aparezca una pregunta como la de “¿Qué hago aquí en esta tierra, en este mundo, con este ser monstruoso (su indígena cautor)? (...) “tengo un mundo y un dios”. El colonizador desmoralizado por el sacerdote indio, y en su situación de vulnerabilidad, descubre nuevos apoyos para poder interpretar esa realidad que padece,  estos son los de la naturaleza, al parangón de los indígenas.



Similitudes tiene la película Jericó (1991) dirigida por el venezolano Luis Alberto Lanata. En esta el sacerdote, Santiago (interpretado por el Wilfredo Cisneros), cambia los símbolos de su fe cristina, por el de las elementalidades de la naturaleza, primigenia fuente de conocimientos de toda cultura, en este caso, la aborigen latinoamericana. Los dos exploradores españoles cambian la escrupulosidad del templo católico y sus menesteres, por otro más abrumador, “la madre tierra”, las misteriosas selvas que colman el virgen “Nuevo Mundo”; tierra de la mágico-religiosidad. Con esa grandeza  de los dioses de estas tierras, Cabeza de Vaca, hace milagros cual nuevo Cristo. En cambio el cura Santiago, es converso a un hombre de tribu por medio de impactantes ritos en los que es obligado a participar.

 Como la historia universal lo da a comprobar la guerra por el espíritu se ganó con la fuerza del hierro. Así se impone la nueva doctrina cristiana preocupada por la “idolatría” de los indígenas, esos “buenos salvajes”, en comparación con los nada exóticos salvajes de África; ameritaban más la conversión. Los negros fueron traídos sin permiso  al “Nuevo Mundo”, sin posibilidad de conquistarlo, ni siquiera de sentirse propios de  este. Este sentir del hombre negro, en el filme “El Milagro de Candenal” (2004) del español Fernando de Trueba, es expuesto en una reflexiva conversación entre un anciano negro cubano (el músico Bebo Valdez) y un brasileño (el también músico, Carlinhos Brown), mientras observan al océano que los separa de su ancestral África. El brasileño, nativo de Salvador de Bahía (ciudad donde se desarrolla la película), se muestra concluyente al decir “esta no es nuestra tierra (América Latina), nunca lo fue”. Los africanos fueron traídos desgarrados, sin permiso, así que buscaron penetrar igualmente su cultura, en la que se les impuso.  La ciudad de Salvador de Bahía, y especialmente su barrio, El Cantonal, son la muestra de cómo en las calles de una urbe de inspiración europea los africanos fueron capaces de dejar su huella. El sitio es un ejemplo total de sincretismo cultural, reflejo de las complejidades de un continente fundado cuando no existía el espíritu de la multiculturalidad. El hombre negroide que parece estar siempre condenado  a vivir, crecer y ser alguien (en ese periodo “algo”) fuera de sus latitudes originales.” (2)



Siglos de incomprensión de las culturas y razas que formaron al continente, dejaron un mal precedente para la constitución de una región independiente. Desde los inicios de las repúblicas independientes, las sociedades latinoamericanas se han topado con una descomposición intrínseca que han arrastrado hasta la actualidad.  José Ignacio Cabrujas, al escribir  “El Pez que fuma” (1977)  película dirigida por Román Chalbaud, retrata lo más bajo de esa sociedad venezolana de los años 70. Los personajes pueden ser pobladores comunes y corrientes de este país cuyo elemento resaltante es la falta de miramientos éticos mínimos, colmados de efímeras o pasajeras alegrías y llenos de miserias todo el resto del relato. Su historia se desarrolla en un burdel ubicado en la Guaria, en ese entorno viven todas sus pasajeras alegrías y sus prolongados sufrimientos. 

Esto refleja una sociedad  sustentadas en bellaquerías y miradas al corto plazo, un grupo humano sin brújula, que no sabe que identidad posee y busca ganarla a como de lugar en una lucha desleal por el poder, donde la traición es algo continuo junto a la ambición. Como el personaje de Jairo (interpretado por Orlando Urdaneta), un joven que busca hacerse una vida y traiciona a sus dos mentores con tal de lograrlo, su meta es tomar el prostíbulo (ese sitio de lo pasajero y dudosos negocios) al seducir a su dueña “La Garza” (personificada por Hilda Vera) mujer de muchos hombres; deslumbrable por la juventud y virilidad de personajes como Jairo, igual como le pasó con su esposo Dimas, y su ex esposo Tobías (encarcelado). Es la historia de personas que tienen en mente pocas formas de ser alguien.

Si Latinoamérica desea ser “alguien” debe soldar las diferencias de su homogeneidad, su interior. De ese modo podrá comprender lo que es. No debe temer, como le recomendaban a Cabeza de Vaca “contar lo vivo, porque será tratado como loco”. En la América Latina mueren España,  los pueblos originarios,  el África  y nace, en estas tierras lienzo de múltiples imaginerías, algo más; un desaprovechado “plus” para la humanidad.


Notas:
  1.   Ysaba López, C. (2010) ARAYA: 50 AÑOS DE SU TRIUNFO EN CANNES. www.arayeros.com. Extraído el 01 de diciembre del 2012, de la página: http://www.arayeros.com/PAGINA%2050%20ANOS%20DEL%20TRIUNFO%20EN%20CANNES.htm
  2.  Segovia Moreno, A. (2012) 12 de octubre: Un encuentro en extenso. El yo ultroso. Extraído el día 05 de diciembre del 2012, de la página: http://andresegoviajournalistcritic.blogspot.com/2012/11/12-de-octubre-un-descubrimiento-en.html


 Películas incluidas en artículo:

·        -Araya (1959), director: Margot Benacerraf. Venezuela
·    -Cabeza de Vaca (1991), director: Nicolás Echeverría. México
·    -El pez que fuma (1977), director: Román Chalbaud. Venezuela
·    -El Milagro de Candenal (2004), director: Fernando de Trueba. Brasil
·    -Jericó (1991), director: Luis Alberto Lanata. Venezuela




1 comentario:

  1. realmente muy intuitivo e informativo tu blog Andres, saludos

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